Hace unos días asistí a una vigilia
de oración, cuyo propósito era solamente adorar al Señor sin pedirle nada; solo
adoración.
Fue una experiencia maravillosa
sentirse allí en la presencia del Señor,
en total abandono, despojada de todo otro pensamiento y preocupación, poniendo
mi vida y todo lo que soy en sus manos, sintiendo que estábamos solos él y yo, aunque
había más personas a mi lado. Repito, fue una experiencia maravillosa que
deberíamos tener con frecuencia en nuestra vida de oración. Y digo esto, porque
siempre estamos con los afanes de la vida y muchas veces nos queda poco tiempo
para la oración tranquila y sosegada, y cuando logramos tener ese tiempo,
siempre tenemos quejas y muchas cosas que pedir, olvidando que nuestro Padre
sabe de qué tenemos necesidad.
Hoy quiero compartir con ustedes
esta meditación sobre el Salmo 95:1-6 que nos invita a la adoración y
exaltación a nuestro Dios y Señor.
“Venid,
aclamemos alegremente a Jehová;
Cantemos con
júbilo a la roca de nuestra salvación.
Lleguemos
ante su presencia con alabanza;
Porque
Jehová es Dios grande,
Y
Rey grande sobre todos los dioses.
Porque
en su mano están las profundidades de la tierra,
Y
las alturas de los montes son suyas.
Suyo
también el mar, pues él lo hizo;
Y
sus manos formaron la tierra seca.
Venid,
adoremos y postrémonos;
Arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor.
Porque
él es nuestro Dios.”
¡Precioso! Por el estilo de este salmo,
pareciera que fue escrito por David.
Aquí el salmista
nos invita a adorar a Dios, a aclamarle con canciones de júbilo y con alegría, por su grandeza, por su
poder y santidad; porque él es Dios sobre todos los dioses de la tierra.
Cuando dice, la “roca” de nuestra salvación, se está
refiriendo a la seguridad que solo podemos tener en nuestro Dios, así como la
roca fuerte de que habla también el Salmo
31:2:
Sé tú mi roca fuerte, y fortaleza para
salvarme. Y el Salmo 62:6-7, (ambos salmos de
David), que dice: “En Dios está mi
salvación y mi gloria; En Dios está mi roca fuerte, y mi refugio.”
Esta es una forma
de decir y reconocer que Dios es inconmovible como la roca, que solo en Dios
hay seguridad y poder para salvarnos y esto ya es un buen motivo de júbilo y de
alabanza a nuestro Dios, por tener un Dios de esta magnitud. Por lo tanto, Aclamémosle con cánticos porque Jehová es
nuestro Dios, el Dios de los cristianos, de los creyentes, y por lo tanto, no
deben existir otros dioses para nosotros.
Cuando decimos: Porque Jehová es grande, y Rey grande sobre
todos los dioses, con esta afirmación,
estamos rechazando la existencia de otros dioses para nosotros, como “estatuas”
y tantos otros dioses que hoy nos presentan de múltiples formas, y estamos reconociendo
su PODERÍO, porque todo cuanto existe está en sus manos y es suyo, pues, él lo
creó porque él es Dios poderoso y
soberano.
Ante esta verdad absoluta, no nos queda más, que humillarnos
ante él; arrodillarnos delante de Jehová nuestro Hacedor; postrarnos ante su
presencia y adorarle porque él es nuestro
Dios y nosotros somos su pueblo y
ovejas de su mano.
El fragmento de
este salmo, me conmueve hasta lo más profundo de mi ser y me hace meditar:
¿Cuánto tiempo dedicamos a adorar a nuestro Dios?...
¡Qué atrevidos
somos cuando nos referimos a Dios con palabras irreverentes!
¿Nos detenemos a
meditar y a reconocer lo que él es en SI MISMO?... ¡Dios es tres veces SANTO! Apocalipsis 4:8. Es Dios tan santo, que
en el cielo hay ángeles que permanecen dedicados a adorarle y glorificarle con
profunda reverencia.
Es tal la Santidad
de Dios, que los ángeles, aún siendo creaturas celestiales, puras y especiales para
la adoración, no osan siquiera mirar el rostro de Dios:
“Por encima de él había serafines; cada uno
tenía seis alas; con dos cubrían sus
rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba
voces, diciendo: Santo, Santo, Santo,
Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria.” Isaías 6:2-3.
El mismo Isaías comprende esta verdad,
cuando Dios le dio la visión asombrosa de su Santidad y Majestad; y se sintió tan
miserable, tan tremendamente espantado y apesadumbrado por su indignidad de
hombre pecador en su presencia, que exclama: “¡Ay de mí! que soy muerto;
porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que
tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.” Isaías
6:5.
No tomemos tan a
la ligera el “temor reverente” a Jehová nuestro Dios; dediquemos tiempo a la
adoración, la veneración y a la alabanza, a la exaltación de su nombre y de su
grandeza porque de él es el poderío, la gloria y la majestad por los siglos de
los siglos, Amen.
“Los veinticuatro
ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que
vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono,
diciendo: Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque
tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas.” Apocalipsis
4:10-11.
¡Solo Dios es
digno de nuestra alabanza, adoración y gloria!
Después de meditar en todo esto,
como conclusión, le invito amado lector a decir con el salmista:
“Venid, adoremos y postrémonos;
Arrodillémonos delante de Jehová nuestro
Hacedor.
Porque él es nuestro Dios;
Nosotros el pueblo de su prado, y ovejas
de su mano.” Salmo 95:6-7.
Bendiciones.
Orfília
Miranda L.