“Hijo de
hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, tú la
palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte…
Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano.
Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano.
Pero si tú
amonestares al impío, y él no se convirtiere de su impiedad y de su mal camino,
él morirá por su maldad, pero tú habrás
librado tu alma…” Ezequiel 3:16-21
En el pueblo
de Israel, El atalaya era un hombre
que se subía a una torre alta con una trompeta para vigilar la ciudad desde
allí y cuando veía venir al enemigo, daba la alarma con el sonido de la
trompeta para que el pueblo se apercibiera y no fuera tomado por sorpresa. La
vida de los habitantes era responsabilidad
del atalaya y él pagaba con su vida si descuidaba su oficio y había mortandad.
¡La trompeta está a punto de sonar! Y la iglesia del Señor Jesucristo, debe estar preparada y
apercibida para salir a su encuentro y no nos debe tomar por sorpresa.
En lo que va de este año, a
muchos ya les sonó la trompeta. Y ¿Será que hubo atalayas que los avisara para
que estuvieran apercibidos? ¿Salvaron su alma o perecieron? No lo sabemos.
Jeremías y
Ezequiel eran atalayas espirituales que advertían
al pueblo de Israel sobre el castigo que Dios traería sobre ellos si no se
arrepentían de sus pecados.
Como a
Ezequiel, el Señor nos ha puesto hoy por atalayas en la comunidad y en la
iglesia para que anunciemos su Palabra.
El texto de
Ezequiel que tomamos para el estudio, nos muestra dos aspectos bien importantes:
La responsabilidad del que anuncia la palabra y del que la escucha y/o la
recibe; porque muchos la oyen pero no la reciben en su corazón.
1-El que anuncia la palabra, debe
ser llamado por Dios y tiene la responsabilidad de prepararse en ayuno y
oración. Debe ser obediente, humilde y sensible a la voz de Dios, para que
anuncie con poder y autoridad el mensaje genuino que el Señor le dé para el
pueblo.
2-El que escucha la palabra, ya sea que la reciba o no, se hace responsable
de ella: Juan 15:22 “Si yo no hubiera venido, ni les hubiera
hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa.” Y la Palabra
misma les juzgará: Jn.12:48.
¿Pero los que enseñamos la
Palabra, será que somos verdaderos atalayas decididos a alertar al pueblo de
Dios sobre el peligro que viene?
¿Estamos dispuestos los atalayas de hoy a plantear y a denunciar con
claridad los desvíos y la realidad de la iglesia de hoy?
A los que enseñamos la Palabra,
este mensaje nos hace un llamado a una reflexión profunda y seria. El Atalaya
está puesto para advertir tanto a los impíos como a los creyentes. V. 19 y 20.
En el caso cuando se anuncia la
palabra en la iglesia, no estamos hablando a los impíos de afuera: estamos
anunciando a los hijos de Dios el peligro que viene si no tomamos en serio el
asunto de la salvación y hacemos cambios urgentes en nuestras vidas. Hay una
salvación disponible en Cristo para todos los que quieran aceptarla, pero se
nos puede ir de las manos a última hora si no despertamos del adormecimiento en
que están muchas iglesias, y no es que se pierda la salvación, pues eso no
ocurre en un verdadero salvado, sino que muchos aunque estando en la iglesia aun
no han hecho un arrepentimiento genuino y por lo tanto nunca la han tenido.
No me cansaré de repetir: muchas iglesias de este tiempo, han perdido el discernimiento y perdieron el
horizonte, perdieron el rumbo, porque quitaron la mirada de Cristo su Salvador
y la pusieron en las cosas temporales, solo hablan de la prosperidad material.
Muchos “evangelistas” con sus falsas doctrinas están
arrastrando a multitudes de almas a la perdición enseñando un evangelio que no es el de Jesucristo.
Por eso, la vida y las actitudes de muchos de los que dicen ser creyentes, no
se diferencia mucho de la vida de los impíos.
La iglesia poco a poco se ha
ido acomodando al mundo y lo que es peor, ha introducido las costumbres
mundanas en la iglesia con tanta sutileza, que casi ni lo percibimos.
Muchos templos hoy, son como discotecas cristianas: ruido, luces intermitentes,
humo, chicle, y qué decir de la gritería y los movimientos sensuales al danzar.
No podemos confundir la emoción puramente humana con el gozo del Señor. ¡Cuidado!
No sea que estemos alabando a Dios con
lo sacrificado a los demonios, cuando usamos estas cosas mundanas para la
alabanza; pero ¡hay del que se atreva
a decir algo contra eso! es tachado de puritano, religioso, moralista, legalista,
anticuado, y murmurador; eso te lo pone Satanás para que sigas engañado y guardes
silencio. ¡Qué clase de atalaya eres! ¿Dejarás que el pueblo perezca por temor
de dar la alarma?
Estamos viviendo tiempos muy
peligrosos y difíciles para los creyentes. Jesús mismo, nos advierte: Mirad que nadie os engañe. Mat. 24:4-5. Porque
muchos falsos profetas se levantarán, y
engañarán a muchos;
Mat 24:11.
¡Qué
delicado es ser profeta hoy! Y en 2 Tim. 3:13, mas los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando
y siendo engañados.
Hemos
visto en estos últimos días en las noticias los terribles ataques a los cristianos
en varias partes, unos fueron quemados vivos, y en Méjico, unos fueron maltratados,
golpeados y expulsados del pueblo y otros asesinados. ¿Será
que como atalayas estamos dispuestos a morir por Cristo anunciando la Palabra y
denunciando el pecado? ¿La iglesia modernizada o mundanizada
de hoy, es la misma que Cristo dejó?
¡Escuchemos la
voz de Dios, que nos habla de muchas maneras! “Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios,” Ex. 15:26.
Dios es Dios de amor, de mucha
paciencia y de infinita misericordia, pero también lo es de justicia y juicio. Y
el juicio vendrá y ese día el Señor, con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá
del cielo y apartará las ovejas de los cabritos; y no creo que
alguno quiera quedar en la fila de los cabritos, de los malditos, en aquel día.
Mt. 25:31-33 y 41.
¿Qué implicaciones
tiene recibir la palabra de Dios? Ap. 10:8-11
y Ez. 3:1.
“Comerse
el librito” ilustra gráficamente lo
que es recibir la palabra de Dios: Comérsela,
alimentarse de ella, instruirse en ella y anunciarla fielmente.
¿Estamos listos,
si sonara la trompeta ahora, en este mismo momento?
Vamos a Ez. 33:11-12 y 1ª Jn. 1:8-10.
Revisemos
nuestra vida delante del Señor. Dios les bendiga.
Orfilia
Miranda L.